domingo, 28 de junio de 2020

Vuelta al cole








Todo pasa y todo llega. Nunca esta frase tuvo tanto sentido como ahora. En España estáis todos ya en la última fase de la desescalada, en una normalidad a la que llaman nueva pero que no sabemos si va a ser normal, y desde luego todavía lejos de lo que teníamos antes. Pero vemos la luz en un túnel en el que tan solo hace unas semanas reinaba la mas absoluta oscuridad.

Aquí en Hong Kong hace tiempo que salimos de ese túnel. Hay baches, es cierto, en forma de rebrotes puntuales que son llamadas de atención para no bajar la guardia,  y si bien no podemos decir que hayamos recuperado nuestra vida de antes, (todos llevamos mascarillas, el gel se ha convertido en nuestro inseparable compañero y hay cosas que todavía no podemos hacer) estamos camino de volver a la bendita rutina. El colegio es otro pasito mas hacia esa rutina. Y creo que todos los que somos padres sabemos que uno muy grande.

Iago empezó el colegio la semana pasada. Después de seis meses en casa (seis, sí, habéis leído bien) de tele estudiar, de hacer deberes con nosotros de profesores, de usar y re usar todos los juguetes y juegos de la casa, por fin llegó el día. La última vez que fue al cole fue antes de las vacaciones de Navidad. Decidimos cambiar de escuela para que fuese a uno mas cerca de donde vivimos y ahorrarle horas y horas de coches, buses y metros, y la idea era que empezase las clases en el segundo trimestre, al volver de las vacaciones de año nuevo chino, pero el Coronavirus se metió en el camino, y hasta ahora.

A la incertidumbre normal por el hecho de cambiar de colegio (nuevos compañeros, nuevos profes, nuevo entorno...) le había que sumar el asunto del virus y de los protocolos que había que seguir, así que os imaginareis nuestra preocupación. En realidad Iago es un niño muy sociable y además el cole está a cinco minutos de casa andando, y a muchos de los niños que van los conoce de jugar en el parque o de ir a actividades juntos, pero aun así la inquietud era inevitable. Todo era nuevo. Nuevo uniforme, libros, y  meses sin seguir horarios y normas. Una vuelta al cole en toda regla, y a lo grande.

La primera medida del colegio fue cambiar los horarios. Normalmente empiezan a las 8 y acaban a las 2:30, con dos recreos y pausa para comer. Por el tema del virus se cancelaron los comedores y los niños salen a las 12:45 para ir a comer a casa. No hay actividades extra escolares y las clases son las mismas pero cada lección dura menos. Una buena forma de irse adaptando poco a poco.

También, por supuesto, se tomaron medidas sanitarias, que ya empiezan en casa. Antes de salir hay que tomarles la temperatura y apuntarla en una tabla que llevan y traen todos los días. Al llegar al colegio, por supuesto con mascarilla que no se pueden quitar en todo el día, se la vuelven a tomar, les desinfectan las manos con geles hidro alcohólicos y las suelas de los zapatos con un spray, y los mandan para clase. Para recogerlos también los padres tenemos que pasar esos controles, pero estamos acostumbrados. Aquí para entrar en cualquier sitio lo primero que tienes que hacer es poner la frente para que te midan la temperatura. Es algo que creo que va a formar parte de nuestro día a día por mucho tiempo.

Llevamos ya unos días y la verdad es que Iago está muy contento. Tenía muchas ganas, y lo vemos muy feliz cada día al salir, y eso es una tranquilidad enorme para nosotros, porque somos conscientes de que el cambio es brusco.

El que no está tan contento es Roque. Él va a tener que esperar todavía dos meses porque las guarderías no abren hasta el curso que viene, y él ahora pierde a su compañero de juegos de todas las mañanas, y lo nota. Con el hermano en el cole y Nora en casa, los celos se multiplican. A él le encanta ir a la guardería, y le resulta muy difícil de entender por qué su hermano mayor puede y él no.  Si hay virus lo hay para todo el mundo y Roque, como todos, empieza a estar muy harto de no poder hacer su vida. Se lo notamos muchísimo en su comportamiento, en su actitud con todo y hasta en su carácter. Creo que es algo que a todos los niños les va a marcar para toda la vida.

Y eso que ellos son unos afortunados, porque nuestro confinamiento fue mucho menor que el de la mayoría de los países, porque pudimos hacer muchas cosas al aire libre y sobre todo porque ellos siempre se tuvieron el uno al otro. Ahora mas que nunca me doy cuenta de lo duro que tuvo que ser esto para los niños que son hijos únicos y que tuvieron que pasar todos estos meses confinados sin poder jugar con nadie de su edad. Mas que nunca nos alegramos de haberle dados hermanos con los que compartir todo lo bueno y lo malo que la vida les va poniendo delante. Ojalá que toda la vida sigan contando los unos con los otros como ahora. Es el regalo del que mas orgullosos nos sentiremos.




Vuelta al cole

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