miércoles, 16 de octubre de 2019

FaceTime Dad

Una de las malas cosas que suele tener el trabajo como expatriado es que normalmente implica viajar. Y si es en Hong Kong, un país que es una isla y poco mas, las posibilidades de tener que viajar y que ese viaje implique coger aviones son todavía mas elevadas.

Es cierto que mi trabajo es un poco especial, pero muchas de esas características se aplican igualmente. La competición local no incluye a China, con lo que los partidos de liga son en Hong Kong. No desplazamientos, no noches fuera, no concentraciones... pero además de esos, hacemos pretemporadas, partidos de competiciones internacionales y yo, desde hace dos años, partidos con la Selección de HK, que obviamente se juegan muchas veces en el extranjero.
Entre unas cosas y otras no hay menos de diez viajes durante la temporada, lo que implica que, una vez al mes mas o menos, me paso una semana fuera de casa.

Es duro estar lejos, pero lo es mucho mas quedarse en casa, sin ayuda familiar externa y al cuidado de las dos fieras. Colegios, extra escolares, días libres que son todavía mas complicados... Y si lo es en condiciones normales, imaginaos como puede ser ahora, con María embarazada de casi 8 meses y con una gestación que está siendo mas complicada de lo que debería.

Sería muy egoísta por mi parte decir que lo paso mal, que los echo de menos. Porque, siendo verdad, eso no me implica un trabajo extra. Lo duro de verdad es tener que hacer de padre y madre a la vez. Encargarte de una tarea que normalmente hacemos entre dos (y acabamos exhaustos el día) con el agravante de que en estos meses ya es tarea complicada cuidarse de uno mismo. Y eso es lo que hace María cada vez que me marcho, y que desgraciadamente en estos meses están siendo mas veces de las que nos gustaría.

Y no solo es duro desde el punto de vista físico, y emocional. También desde el laboral. Trabajar desde casa como lo hace mi mujer implica que lo suyo quede en último lugar. Murphy, además, se encarga a menudo de que coincidan con viajes días de vacaciones, enfermedades inoportunas (siempre lo son, pero cuando estás solo mas) y circunstancias imprevistas que hacen que sus planes se vayan al garete. Siempre los de la persona que está en casa. El sempiterno problema de la conciliación.

Siempre decimos que somos afortunados porque en el día a día podemos pasar mucho tiempo juntos, los horarios de trabajo son buenos y nos permite estar con ellos todo el tiempo que no pasan en el cole, pero a veces cuando lo decimos nos olvidamos de que, a cambio, hay muchas semanas como esta, en las que mi mujer se pasa los días multiplicándose y llegando a la noche completamente sin batería. Son pequeños para entender que tienen que ponerle las cosas mas fáciles a su madre, y además ese no es asunto suyo. A ellos nadie les pidió su opinión sobre si me voy o me quedo.


Además, y volviendo un poco al egoísmo,  hay un riesgo. Y es que tus hijos se acostumbran a que estés fuera de casa. Para ellos es normal verme en una pantalla mientras desayunan, cenan o juegan. Establecen rutinas para cuando no estoy, como dormir en nuestra cama. Comentarios, cosas sin importancia... pero cosas que al fin y al cabo van interiorizando y viendo como normal, y no me gusta.

Dentro de eso, tratamos de que ellos me sientan lo mas cerca posible. Hoy en día, afortunadamente la tecnología te permite estar muy conectado, aunque a veces la diferencia horaria hace muy complicado encontrar momentos en los que estemos todos disponibles.
Ellos desde pequeños están familiarizados con las pantallas, y con hablar a una ventanita de la misma forma que lo harán en persona. Me preguntan, me cuentan cosas de su día.. (bueno, eso cuando los cojo de buenas, porque si están haciendo algo entretenido pasan de mí completamente) pero no es lo mismo. Las mejores cosas del día pasan de manera espontánea. Una broma, un descubrimiento, una ocurrencia... y aunque luego la compartamos, es como la comida, enlatada y recalentada en el micro no sabe ni la mitad de rica.



Lo único bueno que tienen estas cosas es que no duran para siempre. Mientras termino de escribir esto, el avión empieza el descenso hacia el aeropuerto de Hong Kong. Ya estoy mas cerca de volver a casa. De recibir una montaña de besos y abrazos y de cargarnos las pilas mutuamente. De estar, de nuevo, los cinco juntos para ayudarnos y para tirarnos de los pelos. Para compartir días locos y noches de insomnio, partidas de Mario Kart y batallas de cosquillas... Para estar, en fin, la familia junta otra vez.





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