sábado, 28 de marzo de 2020

Huida de ida y vuelta

Es increíble lo rápido que puede cambiar la vida de uno. De manera drástica, de un día para otro prácticamente, y, lo peor de todo, sin haber hecho absolutamente nada para propiciarlo.
Todos (los que tenemos la fortuna de no estar padeciendo el virus de cerca, eso es caso a parte) estamos pasando mas o menos por lo mismo, y eso como mínimo nos debería de aportar cierto nivel de empatía, que debemos aprovechar para convertirnos en mejores personas.

Hay tantas historias como personas metidas en sus casas, con sus problemas y con sus soluciones. Esta solo pretende ser una historia mas. La nuestra. Un viaje de ida y vuelta escapando del virus solo para darnos cuenta de que, como siempre, escapar no sirve de nada. Lección aprendida.

Empecemos por el principio, o por la continuación, mejor dicho.
La situación en Hong Kong a finales de febrero era mas o menos estable. Uno o dos casos diarios (una broma con los datos que escuchamos ahora cada día en España). Estar separados no era una buena idea, nunca lo fue, pero Italia estaba mas cerca de España de lo que Wuhan estaba de Hong Kong. Y aunque nadie podía pensar que se iba a llegar a ese nivel, para estar con el virus en el cogote, mejor juntos. Siempre mejor juntos.

El vuelo de María y los niños estaba previsto para el 31 de Marzo. Pero cada día que pasaba estábamos mas seguros de que no se podría viajar en esa fecha por las restricciones de vuelo que iban imponiendo los países, y por las cancelaciones de las lineas aéreas. Cathay Pacific primero espació los vuelos desde Madrid y luego los canceló directamente. Tocaba buscar alternativas, porque para el 10 de febrero, cualquier persona que hubiese tocado Madrid, tendría que ir directamente a un centro de cuarentena en Hong Kong. No son cárceles, ni hospitales pero bueno, catorce días con tres niños pequeños en una habitación con poco mas que una cama y una televisión no es un trago por el que quisiéramos pasar, desde luego.

Con la escala en Madrid descartada, teníamos pocas posibilidades. Pero es verdad que la necesidad agudiza el ingenio, y se nos ocurrió tratar de viajar desde Portugal. Oporto queda a poco mas de dos horas en coche de Coruña, y en ese momento allí parecía estar todo mas o menos controlado. El miedo a viajar era enorme, pero la preocupación de tener que pasar por todo eso allí, sola con los tres en casa era casi mayor. Así que decidimos que volaran. El domingo. 

Y entonces, el sábado por la noche, se decreta el Estado de Alarma. A cada hora que pasaba se iban cerrando cosas. Hong Kong anunciaba que cualquier persona procedente de Europa, de cualquier punto de Europa necesitaría pasar por los catorce días de cuarentena. España anunciaba que se restringía la libertad de movimientos y desde Portugal unos amigos (Mil gracias, Oscar y Helena, literalmente nos salvasteis la vida y os lo agradeceremos siempre) nos decían que se estaba planteando cerrar la frontera. Ellos tenían que hacer 300 km en coche ese día. Con tres niños pequeños. Y era solo la primera fase de un viaje de casi 24 horas. De locos. Por cierto, mil gracias también a los abuelos, a unos y a otros, que en dos coches fueron a Portugal a llevarlos y con el corazón en un puño se volvieron a casa, otros trescientos km en pleno estado de Alarma. Preocupados por todo. Con miedo de todo.

Y sí, he dicho bien. María y los niños. Nadie mas. Solo ella sabe la tensión que supone tener que hacer un viaje transoceánico con tres niños pequeños en tiempos del coronavirus. Si en condiciones normales es una locura, imaginaos ahora, con el miedo a que toquen nada, con dudas sobre todo y sobre todos. Con ojos hasta en la nuca y con la adrenalina palpitando en la sien. Y ellos, alterados claro. Son pequeños y, aunque no entienden con claridad lo que pasa, sienten la tensión. Y su forma de expresarla es con hiperactividad. Mas aun de lo normal. Hasta Nora tuvo una crisis de llanto en el aeropuerto que nos hizo replantearnos en el último minuto el viaje!

Después, en el avión, los niños se portaron muy bien. Iago, como siempre, cuando llega el momento de la verdad se comporta como el hermano mayor que es. Nora se calmó y colgada del pecho de María (bendita lactancia materna) hizo todo el viaje tranquilita. Y contra todo pronóstico Roque, que es el mayor anti mascarillas del mundo, (huelen mal, dice) aguantó con ella puesta todo el camino, porque sabía que era la única forma de venir a HK a su casita y con su padre. Él, que no regala un beso ni una palabra bonita a nadie que no sea su madre, me dijo que me echaba muchísimo de menos y que me quería mucho. Os aseguro que son palabras mayores viniendo de él. Quise morir.

De Oporto a Dubai. 7 horas. Allí, de madrugada, controles de temperatura (María con los tres, sí)  y casi tres horas de escala. De Dubai a Hong Kong. Otras siete horas. Un montón de papeles para cubrir del departamento de salud. La duda de que los mocos de Roque o la tos de Iago (niños con catarro en invierno, algo fuera de lo común, supongo) fuese malinterpretada y los mandasen directos al hospital... En fin, las horas mas largas de nuestras vidas.

Al final, a las 9 en punto de la noche, justo tres horas antes de que la cuarentena obligatoria entrase en vigor, llegaron al aeropuerto. Los mandaron para una sala llena de enfermeras para hacerles un montón de preguntas porque en los papeles que cubrió dijo que habían estado en España, y eso por supuesto hace saltar todas las alarmas. Pero superados los controles de temperatura, y recibidas las pautas a seguir en los siguientes días, solo faltaba encontrarse conmigo.

Las sensaciones son muy difíciles de explicar. Pero si algo predominaba era el alivio. La alegría, la felicidad... todo eso es obvio, pero lo que mas sentía era alivio de tenerlos conmigo, de meternos en el coche e irnos para nuestra casa por fin, después de dos meses dando tumbos y vernos solo por medio de una pantalla.

Y a pesar de no tener que hacerlo, decidimos ponernos en aislamiento voluntario estas dos semanas. Los casos en Hong Kong están subiendo en las últimas semanas en gran parte debido a mucha gente que, como nosotros, fueron a Europa al principio de esrta crisis y ahora están volviendo a la normalidad. Los que llegan ahora ya tienen que estar obligatoriamente en cuarentena, pero el haber llegado solo unas horas antes no cambia nada en el riesgo que suponemos para una comunidad que ya tenía todo mas o menos controlado. Por eso, por respeto y por responsabilidad con los demás, decidimos estar en cuarentena. No nos engañemos, vienen de España, cogieron dos aviones y estuvieron varias horas en tres aeropuertos distintos. Las posibilidades de haber cogido el virus están ahí.

Ninguno de los cinco tenemos síntomas. Incluso yo me hice el test porque me mandaron en mi equipo y dio negativo, pero en estos momentos cualquier precaución es poca. Por nosotros y por los demás. Y después de haber pasado por todo esta pesadilla en los últimos dos meses, la perspectiva de pasar dos semanas juntos en casa no sonaba nada mal. Al fin y al cabo, como dijo Roque nada mas aterrizar en Hong Kong, por fin estábamos otra vez todos juntos y felices.







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