miércoles, 6 de noviembre de 2013

Se acabó la tranquilidad... Si es que algún día la hubo


Echo la vista atrás y me parece que hace un siglo, pero no, sólo algo mas de un mes. Iago decidió como regalo por el cumpleaños de su padre empezar a andar. Fueron sólo unos pasos, pero sabíamos que no iba a haber vuelta a atrás. Desde ese día, sólo hacemos una cosa: perseguirlo. Bueno, eso y recogerlo del suelo. Es muy atrevido y se mete por todos los rincones, y claro, choca, cae y se hace daño. Siempre estamos con la barrita de árnica a mano para minimizar los daños, pero da la sensación de que nos duele a nosotros mas que a él.

De todas formas, nos gusta que sea así. Despierto, inquieto, en fin, niño. Y es que aquí nos damos cuenta de que la sociedad educa a los niños pars vivir en una burbuja.


Nosotros llevamos a Iago a playgroups de chino y de inglés desde que tiene tres meses. La razón principal no es que aprenda idiomas, (aunque es bueno que se familiarice con los sonidos lo antes posible) sino que se relacione con otros niños. Y en estos sitios nos damos cuenta que tenemos una percepción de la infancia distinta. Aquí a los niños no los dejan ni moverse, ni tocar el suelo. Da la sensación de que piensan que si se caen se rompen. Sus padres (o sus helpers la mayoría de las veces) los tienen como atontados. Ayer mismo una cuidadora no dejó a su niña acercarse a Iago porque se ve que mi hijo es peligroso. Sí, lo es, se mueve.


Pero es que los profesores fomentan esta actitud. En la clase hay muchos juguetes, y su profe de chino se pone como loca cada vez que se mete alguno en la boca. Dirty dirty le dice siempre. Es un bebé, ¿qué se supone que va a hacer?


A mí me encanta verlo investigar, correr saltar. Y sí, sufro mucho cuando se cae. El otro día se hizo sangre en el labio al caerse y me dolió mas que si a mi me rompiesen un brazo. Pero somos conscientes de que no va a ser la última, porque es un niño. Y caerse es lo que toca.



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