Lo primero a lo que hubo que hacer frente fue al jet lag. Iago normalmente se acostumbra muy bien a los cambios de horario, aunque es cierto que en España duerme siempre mejor, pero este año le costó mucho más. El horario habitual de su primera semana fue acostarse a las 8, despertarse a la 1 y no volver a dormir hasta las 4 de la madrugada, para despertarse a las 10 o a las 11. Ahora que ya está acostumbrado, nunca despierta más tarde de las 7 de la mañana. No sabemos si es el calor, la falta de persianas que hace que a las 6 de la mañana la luz te eche literalmente de la cama, o simplemente el ritmo de vida de aquí que es mucho más diurno que nocturno, pero el hecho es que si nosotros queremos dormir ocho horas, sabemos que a las 11 hay que estar durmiendo, porque nuestro despertador no falla.
Este niño que volvió a Hong Kong se parece poco al que se fue un par de meses antes. Y no sólo físicamente, cosa que podemos comprobar en los pares de zapatos que ya no le sirven y en los pantalones que apenas cubren los tobillos. Es otra persona. En España rompió a hablar definitivamente, y en su cabeza se mezclan los idiomas de una manera que resulta muy graciosa. Como a la hora de contar, que empieza en inglés: one, two, three... para luego cambiar al gallego y decir: catro, cinco, seis.. Hay palabras, como aeroplane o butterfly o egg que no sabe decir en español. Otras, como playa o agua que sólo las dice en castellano, y muchas más que según el entorno o la persona con la que esté hablando, las dice en cualquiera de los dos idiomas. Se dice que los niños que están expuestos a más de un idioma de pequeños tardan más en hablar de forma fluida y parece lógico pensarlo, pero la verdad es que Iago ahora habla mucho, principalmente en castellano porque es de lo que estuvo rodeado estos últimos meses. A ver que pasa cuando empiece la guarde...
También el regreso a Hong Kong supuso el reencuentro con sus amigos del edificio, del parque, de la piscina... Este fin de semana tuvo el cumpleaños de una niña, Iris, y fue una nueva experiencia. Todavía no tiene claro eso de que los regalos no sean para él (producto de los mimos de dos meses de abuelos consentidores) y tampoco le gusta el hecho de que sea otro el que sople las velas de la tarta... ¡Iago de hecho va por los sitios soplando las velas incluso de las mesas en los restaurantes mientras canta cumpleaños feliz!
Pero fue una tarde divertida, y que a nosotros los padres nos sirvió para ver como son las fiestas de cumpleaños en esta parte del mundo y tomar nota, que pronto nos toca a nosotros ser los anfitriones.

Muy guapa la foto!
ResponderEliminarY muy enriquecedora vuestra experiencia.... siempre se aprende algo! No hay persianas ?????